Alejandro Obregón – 100 años
Barcelona, España, 4 de junio de 1920 – Cartagena, Colombia, 11 de abril de 1992
Se cumplen 100 años del natalicio del maestro Alejandro Obregón uno de los más destacados artistas del movimiento moderno del país.
Obregón fue muy cercano al periodo de formación de La Tertulia, exhibió en el espacio de San Antonio, participó en los Festivales de Arte de Cali, y acompañó a las directoras, Maritza Uribe y Gloria Delgado, en la estructuración del Museo de Arte Modernos que erigirían en la rivera del río Cali.
Tres de sus obras hacen parte de la Colección del Museo, y lo recordamos como alguien fundamental para nuestra historia.

Obregón fue pintor, escultor, dibujante, muralista, ilustrador y artista gráfico. Nació en España, vivió un tiempo en Colombia, en Barranquilla, desde los 6 años, y pasó su juventud entre Colombia y Europa. Se radica en Colombia en 1944, año en que participa (por primera vez) en el Salón de Artistas Colombianos con dos obras. Es en este evento donde el critico de arte colombo austriaco Walter Engel lo destaca ampliamente y reconoce que el estilo de Obregón da un giro a la pintura en la escena artística del país.
Posteriormente la también crítica de arte Marta Traba, en su Historia abierta del arte colombiano, reafirmará lo dicho por Engel:
«Cuando todo parecía indicar que las artes plásticas colombianas, por su falta de comprensión profunda de la estética moderna y por su carencia de movilidad, habían llegado a otro punto de estratificación de donde sólo serían sacadas gracias al genio particular de algún artista nuevo, aparece ese artista nuevo en la persona de Alejandro Obregón.
Al decir ‘aparece’ no intento darle ninguna cualidad mesiánica, tal como se ha dicho muchas veces dentro de los desbordes emotivos de los juicios vernáculos, sino que lo registro como el primer artista que entiende las condiciones generales en las cuales opera el arte moderno, las adapta en la medida que le sirven para expresarse y logr sortear el peligro de identificación con cualquier modelo europeo, gracias a una poderosa intuición poética, por una parte, y por otra, a la necesidad personal de adherir a un paisaje, naturaleza y zoología particulares.»

Los huesos de mis bestias, la barracuda – Alejandro Obregón – 1966
Colección del Museo La Tertulia
La pintura de Obregón
Su pintura se interesó en ofrecer versiones de la flora, fauna y la realidad sociopolítica, a través de composiciones geometrizadas que se fueron transformando por medio de combinaciones de variados y contrastados colores.
Forma esquemáticas que contienen a su vez barrocas propuestas formales, dando como resultado una pintura transfigurada por la fantasía. Temas como plantas carnívoras, aves cayendo al mar, cóndores, barracudas, se convierten en figuras poéticas que se presentan por lo general articuladas dentro del género del paisaje.
Al tiempo, desarrolla una obra en reacción a la situación política, a los múltiples excesos de la violencia Colombiana. Presenta en su pintura, con los mismos rasgos pictóricos de sus otras obras: escenas de asesinatos y genocidos; homenajes a líderes de izquierda como el estudiante muerto de la Universidad Nacional, el Che Guevara o Camilo Torres.

Violencia, 1962 – Alejandro Obregón – Colección de Arte del Banco de la República
Se destaca en particular el cuadro Violencia de 1962 (que pertenece a la Colección de arte del Banco de la República), obra icónica de la historia del arte colombiano, y donde funde sus investigaciones sobre el paisaje con sus representaciones de los cuerpos violentados en la imagen de una mujer embarazada muerta que yace en en suelo.
«Violencia no fue pintado a partir de un hecho episódico. Obregón emprendió la obra cuando se comenzaron a publicar análisis incontravertibles y muy serios sobre la magnitud de los acontecimientos que ensagrentaban a Colombia desde 1947. Con expresiva sobriedad, el cadáver de una mujer se funde al paisaje en esta tela, como si su brutal asesinato hiciera parte de nuestra geografía.
Antes de llegar a la magistral solución, Obregón hizo los apuntes de la serie Genocidio, cruce de Los desastres de la guerra de Goya y el Guernika de Picasso. En Genocidio se amontonaban los cadáveres. En Violencia, la quietud de una sola figura bastó para comunicar la desesperación, la tristeza y el horror –teñidos de luto y rabia– que invadían al artista. Pintarlo fue una acto de rebelión contra toda intransigencia, al margen de su colaboración política. Si Violencia se impone por su calidad estética, no menos importante es su dimensión en el terreno de la ética.»
Obras de Obregón en la Colección del Museo La Tertulia

La Colección del Museo La Tertulia salvaguarda 3 importantes obras de Obregón. Los huesos de mis bestias, la barracuda de 1966 que fue premio en el I Salón Bolivariano de Pintura, VI Festival de Arte de Cali, 1966. Cóndor de 1958 y El Cóndor de 1979.
A propósito de estas series de Obregón señala Marta Traba:
«En la serie enorme de sus cóndores, Obregón abandonó transitoriament su estilo paralelo a la poesía lírica para abrazar con mayor decisión una épica, es decir, una acción desarrollada paulatinamente hasta llegar a un clímax, a un desenlace poderoso donde culmina un proceso de desencadenamiento de fuerzas. (…)
Aun cuando a lo largo de su trabajo haya tocado a veces el tema de la naturaleza muerta o de la figura, Obregón es, básicamente un paisajista. (…)
Buscó, para describir, ciertos elementos claves que se constituyeron en las palabras preferidas de su idioma; paloma, cóndores, alcatraces, manglares, peces. Los desprendió de su contexto naturalista y los suspendió en un espacio que, contrariamente a la estructura barroca y excesiva de dichos elementos, era completamente despojado, elíptico. En este sentido, cordillera o playa, antagónicos en apariencia, se confundieron en la misma solución evasiva.
El espacio se definición, no sólo como el hecho dominante de su pintura, sino como un dato incierto, debido a la ambigüedad en las dimensiones, a la deliberada ausencia de límites y a la fantasía de los puntos de referencia.
Los elementos claves que pueblan ese espacio carecen, asímismo, de función dentro de él. Flotan, están suspendidos mágicamente en él, transitan, se desploman. Se va definiendo así un paisaje excepcional donde todo fluye, las distancias son inconmensurables, la vida es persistente y precaria al mismo tiempo. Se percibe el esplendor de las cosas, al mismo tiempo que su fugacidad, su destino incierto. Prevalece la impresión de que en cualquier momento pueden ser fulminadas, ya sea por un color, ya por los designios secretos de flechas que de pronto se devuelven y se dirigen velozmente hacia ellas. (…)
(…) Obregón no es un bárbaro por ignorancia del hecho contemporáneo; es un bárbaro por elección. Ha escogido un vitalismo que sigue siendo la definición exclusiva de su temperamento («hay que pintar como hombre, hay que ser un hombre, hay que estar vivo») y que se aferra al arte-verdad natural, opuesto al arte-sofisticación, que alimenta la corriente más caudalosa de las formas actuales.
La verdad de Obregón tiene identidad; es una verdad en Colombia, está indestructiblemente ligada a la vida nacional. No me refiero en este caso a que playa y cordillera, cóndores o alcatraces pertenezcan a la geografía local, sino al comportamiento profundo de su pintura. Ese hecho sin resolver del todo que es su pintura; delirante, donde las cosas brillan, pasan y perecen sin poder estabilizarlas, donde no existe un status estable para nada ni para nadie, donde se desdeña la civilización como un artificio y todo se mueve aún por dentro de fuerzas primarias, irracionales, corresponde al proceso equivalente de una sociedad que, mantenida en el arcaísmo en pleno siglo XX, se manifiesta, no por conductas previsibles, sino por estallidos fugaces y por largos, imprevisibles, eclipses.
La imposibilidad de tener acceso normalmente a la civilización que deriva de la cultura, mantiene a la mayoría del país, desmembrado por su terrible topografía, al margen del desarrollo.»

Obregón en el Centro de Documentación del Museo La Tertulia
La Colección Documental también resguarda diferentes soportes de y sobre Obregón. Entre ellos se encuentra el sonoviso «Mi Oficio Es Estar Inspirado» realizado por el Museo La Tertulia donde hace un recorrido por la obra del maestro, guiado por Maritza Uribe de Urdinola, fundadora del Museo. Afiches, recortes de prensa, fotografía, libros de crítica, diapositivas, catálogos de exposiciones y revistas de arte son otros formatos donde se puede conocer aún más la vida y obra de este artista.


Alejandro Obregón ha sido considerado por la crítica nacional e internacional como el primer pintor moderno en el arte de Colombia. Con una personalidad y seguridad excepcional, cuenta el crítico y curador de arte Eduardo Serrano que en alguna ocasión que el artista Guillermo Londoño (artista de la siguiente generación a Obregón) visitó al maestro y le informo que estaba estudiando artes a lo que Obregón le respondió, «Si estas estudiando artes te recomiendo que abandones, porque no nace un buen pintor sino cada 100 años y el de estos 100 años soy yo».
Hoy celebramos estos 100 años de su natalicio. Su legado para el arte colombiano es enorme, y la huella de su trabajo no toca sólo a la pintura sino todo el arte que quiera pensarse y realizarse desde Colombia.
