Por Carolina Charry Quintero

 

El tiempo no es lo que han dicho. El tiempo tiene sentido y es incomprensible. El tiempo es eso sobre lo que volvemos y lo usamos para volver sobre él. El tiempo es eso que aparece al dividirse la pantalla.  El tiempo está entre el arroz y el dolor, entre los niños y la memoria, entre lo que nadie vio y lo que quedó inscrito en los cuerpos. El tiempo es eso que emerge cuando aparece una princesa, cuando el niño cae el agua. El tiempo es lo que dicen y lo que callan los campos de arroz y de caña.

 

¿Cuál es el tiempo de la invención? ¿Cuál es el tiempo de los niños? Los niños tú, yo, los niños que fueron, los niños que hemos sido, los niños que serán, los niños que son siempre. ¿Cómo se elevan los niños por encima de los pupitres con una cinta roja alrededor de sus cuellos? ¿Y esto qué tiene que ver con el arroz, con los “campos de arroz eternamente tranquilos» de Vietnam? Una niña tose. ¿Cómo se siente caer al agua llena de barro? ¿Cómo se siente la madera en los hombros? ¿Qué se siente elevarse por encima de un pupitre? ¿Cuál es el tiempo entre un salto de lazo y otro? ¿Entre un gobierno y otro? ¿Entre la guerra y lo que sigue?

 

¿Qué tan rápido anda un carro de arena? ¿A dónde nos lleva la arena?  ¿Qué hacen las voces de los niños con la arena? ¿Y qué le hace la arena a las voces? ¿Voy atrás o delante del carro de arena? ¿Cómo llego a Angola? ¿Cómo llego a Vietnam? Vivo cerca de las antenas satelitales donde las vacas se lamen para dar nacimiento a los saxofones hiperestelares, a la composición que viaja vía microondas, llevando el aliento de los encapuchados de blanco. En mi casa los policías se agarran a golpes con quienes les hacen frente. Los persiguen, les disparan, los rodean. Se enfrentan cuerpo a cuerpo, bolillo, bombas lacrimógenas, escudos y redes de pescar. Cuando atrapan a alguien como a un enorme pez humano lo arrastran contra el pavimento por la ciudad. Así es mi casa, llena de pupitres, llena de bibliotecas de memoria guardada bajo llave y las llaves se han perdido, llena de niños que tienen un solo libro para leer y para educarse a sí mismos.

 

¿Cuánto tiempo puede lamer una vaca a su ternera? ¿Qué es ser una vaca pequeña? ¿Qué tan cerca puede estar de la antena satelital sin volverse una onda, una micro-onda? ¿Dónde pueden las vacas lamer los saxofones? Un pájaro sobre vuela la antena satelital. Las manchas de una vaca nos introducen a la comunicación espacial. Los niños han hecho de la arena un carro. ¿Qué pasa cuando un niño sale del encuadre? ¿Qué pasa cuando un niño habla? ¿Qué pasa cuando un niño habla de Estados Unidos? ¿Qué pasa cuando un niño le dice a otro niño “tú perteneces al tugurio y nunca saldrás de aquí”? ¿Qué pasa cuando un niño maneja un carro de arena sin parar?

 

¿Por qué los instrumentos de viento parecieran tener una respuesta a algunas de estas preguntas? ¿O es que ayudan a hacer las preguntas? ¿Será por eso que un saxofón tiene casi la forma de un signo de interrogación? ¿Qué tiene que ver todo esto con el aliento, con el soplar, y con el metal? ¿El metal de la trompeta, el metal del saxofón? Soplar los metales y hablar la arena para que tome rumbo el carro que nos transporta. ¿Cómo llego a Vietnam?

 

El chico que practicó el vuelo dijo: «con la habilidad de volar vino la comprensión del lenguaje de los pájaros», y cuando pudo comprender al gallo, sus argumentos le produjeron vértigo. ¿Quién se eleva como un pájaro de tanto practicar el vuelo? Al elevarse observa un perro que jadea en medio del no-mundo, sin-mundo, anti-mundo. Allí un carrito de mercado arde en llamas y se desliza por el espacio, la cámara lo sigue a muchos más cuadros por segundo, alguien se lo traga en un grito.

 

¿Quién iba a negar que es posible comprender el mundo por sus rasgos reconocibles, por la forma específica de sus violencias, por sus máscaras antigases, por sus armas biológicas? Un mundo que cuando jugamos a «hacer de cuenta que» es aún más reconocible. Adivinar el mundo por el fuego, por las piedras lanzadas, por su violencia prístina.

 

¿Por qué delirar es acercarse a la verdad? ¿Por qué el retrato más fidedigno del mundo tiene forma de delirio? Escucha a la princesa licenciosa. Escucha la manera en que la princesa, ahogada por su padre en el mar, cuenta el horror de los tiempos desde las ramas de un árbol. Escúchala. «¿Quién conoce tan cerca la mitología y la poesía?», te preguntarás. La conocen los niños que caen de cara sobre el barro. Escucha al niño que toca el instrumento entre la hierba, entre los campos de arroz, entre el cañaduzal.

 

«El momento de la siesta es el momento de la mitología y la poesía», susurra la voz ante los campos de arroz. Los niños hacen la siesta, imaginan, sueñan. En este mundo-no mundo, anti-mundo, sólo los extraterrestres-terrestres con trajes espaciales y capuchas blancas saben la verdad, por eso tocan los saxofones. Una princesa empapada pregunta: ¿Cómo hago para que se te abra el pecho sin prejuicios?

 

Rebelión. Nota sostenida en el pecho. ¿Qué había antes de estas piezas? ¿Qué tenían los artistas en el pecho? ¿Qué tenían los niños en el pecho? ¿Qué tenían los campos de arroz en el pecho? ¿Qué tenían los pupitres en el pecho? ¿Qué tienen ahora los artistas en el pecho?

 

¿Qué pasa si un carro de arena no se detiene en el mar? ¿Qué pasa cuando sale una fila de personas del interior de una antena satelital a tocar saxofones dorados? ¿Por qué el saxofón es un instrumento dorado y también lo es la trompeta? ¿Cómo puedo ser un astronauta en el planeta Tierra? ¿Necesito ser un astronauta para elevarme encima de un pupitre?

 

El timbre de un saxofón es el color de su sonido. ¿Cuál es el timbre de estos tiempos? ¿Cuál es el timbre de Vietnam en el presente? Los niños caminan hacia el centro de la pantalla que se los traga. ¿A dónde van? ¿Por qué caen? ¿Cómo se elevan? ¿Por qué caer y elevarse es abrir el tiempo?

 

¿Cuál es el tiempo de la historia y el de la fábula? ¿Cuál es el tiempo de la Historia del Reino de Tonkin de Alexander de Rhodes? ¿Cuál es el tiempo del carro de arena? ¿Cuál es el tiempo de la confrontación policial? ¿Cuál es el tiempo de los saxofonistas? ¿Cuál es su futuro? ¿Cuál es el tiempo de la micro-onda? ¿Cuál es el tiempo de la música? ¿Qué piensa el tiempo de la música? ¿Qué piensa el tiempo de la vaca? ¿Qué piensa el tiempo de la princesa? ¿Donde está la princesa? Montada en una rama y también en el fondo del mar.

 

¿Cómo podemos leer mirando? ¿Cómo podemos escribir mirando? ¿Cómo podemos mirar escribiendo? ¿Qué se escribe sobre los campos de arroz con los niños? ¿Qué se escribe sobre las montañas con los saxofones? ¿Qué escriben las vacas sobre los saxofones cuando los lamen? ¿Qué escribo yo lamiendo? ¿Qué lamo cuando escribo? ¿Qué leemos al lamer? ¿Qué lamemos al filmar? ¿Qué miramos al soplar? ¿Dónde está el aliento en el lamido? ¿Cómo hacemos para elevarnos por encima de los pupitres?

 

Yo, que escribo a los que han visto estas imágenes y a los que no. Yo que he visto y no he visto el horror. Yo que soy ciega. Yo que ando de espaldas. Yo que he visto los reflejos de la pantalla, las llamas de fuego en los CAIs,  en los cañaduzales, en las escuelas, a mí que me llega el humo de las quemas de caña y caen las cenizas en mi plato, yo que tengo un plato y carezco de carro arena, yo que soy la que escribe y la que calla. La que mira y la que ignora, la que quiere ver entre líneas, escribo los rastros de lo visto y oído en la penumbra.

 

*Texto escrito a propósito de las piezas audiovisuales Tropical Siesta (2017) de Thao-Nguyên Phan, Centro Espacial Satelital (2015) de La Decanatura, Flight Rehearsals (2003) de Kiran Subbaiah, Cambeck (2011) de Binelde Hyrcan y No-World (2014) de Fang Lu. Estas obras hacen parte de la colección de Kadist.org.