Muchas valoraciones y juicios aproximativos estiman el síntoma alarmante en cuanto a la participación precaria de la mujer en las artes visuales. Son juicios que en su inmensa materia coinciden en términos como discriminación, alienación, sometimiento, dando cuentas claras de la condición femenina a lo largo de la historia.
En una sociedad eminentemente falocrática, el estímulo creativo es difícil desarrollarlo y apropiarse del arte como vehículo. La literatura, sin embargo, significó el ámbito más frecuentado en siglos de ausencia. La poetisa Safo en la Grecia democrática, es raro ejemplar que referencia las no menos exóticas posiciones intelectuales de Matilde de Magdenburgo en la Edad Media, Santa Teresa de Jesús, en el periodo dorado español, la marquesa de Sevigné en el siglo X VII , y un nombre de la Nueva España mexicana: Sor Juana Inés de la Cruz.
Si bien las conquistas de la mujer fueron escasas en el campo creativo, se vieron estimuladas con menor drasticidad en los predios interpretativos. Ella pudo danzar, actuar y hacer valer los instrumentos musicales. Durante largos periodos y en distintas ocasiones este ejercicio también se obstaculizó; las dotes innegables comprobaron la necesidad. Hoy, la mujer ha hecho y sigue haciendo historia en estos campos. El papel fundamental del «segundo sexo» a lo largo de la humanidad ha sido más bien el de inspiradora.
Este aspecto está suficientemente documentado por la Historia del Arte, y no existe capítulo que no lo tipifique. Las Artes Plásticas no se ven gratamente sorprendidas sino hasta el siglo XV III, cuando la célebre retratista de la corte de María Antonieta, MADAME VIGEE-LEBRUN (1755-1842), decide aparecer en el panorama de la pintura francesa. Por esa misma época una suiza, ANGELlCA KAUFFMAN, admirada por Goethe, también invade el terreno antes aparentemente vedado. Sin embargo siguen siendo casos aislados. A mediados del siglo XIX se dan simultáneamente en varios países artistas mujeres de valor. En su desarrollo, este siglo ha borrado el distintivo y hoy tiende a ser algo inusual. En Francia BERTHE MORISOT (1841-1895, SUZANNE VALADON (1865-1938) y MARIE LAURENCIN (1885-1948); en Rusia la pintora y escenógrafa de los Ballets de Diaghilev, NATHALIA GONTCHAROVA (1881-1953), son artistas que abrieron las puertas a otras cuya fecundidad hoy es estimulante y propicia.
América se incorporó a esa corriente viva del trabajo, MARY CASSAT, GEORGIA O’KEEFFE, FRIDA K HALO, MARIA IZOUI ERDO, REMEDIOS VARO, AMELIA PELAEZ, RAQUEL FORNER, comenzaron a decir desde hace más de un siglo que el gran arte americano no solamente podía ser elaborado por hombres. Y acertaron ya fuera en el Impresionismo, Realismo, Surrealismo o Expresionismo. Ellas son el comienzo de nuestra historia que apenas se inicia, pero con entereza y arrogancia contundente.
A partir de la década del cincuenta el mapa desde Canadá hasta Argentina ha producido creadoras de gran talento y diversidad de tendencias. Midiéndose en una labor profesional ardua; demostrando y justificando un lugar merecido.
El Museo de Arte Moderno La Tertulia ha hecho importantes exposiciones individuales y colectivas destinadas a difundir el arte contemporáneo. Dentro de esas actividades la mujer ha dicho presente de una manera eficaz. La misión de exhibir se ha complementado con la de coleccionar: otra manera saludable de enseñar. Este requisito indispensable de todo museo, hoy se puede constatar a través del patrimonio formado por artistas mujeres, escogidas siempre con criterio de calidad, nunca dependiendo de su sexo. Ellas comenzaron a crear y esa autonomía es una forma maravillosa de liberación. El episodio de la gran expresionista alemana KAETHE KOLLWITZ (1867-1945), a quien negaron poder estudiar en una academia oficial de Bellas Artes, por el solo hecho de ser mujer, queda cada vez más atrás y se debe convertir en irrepetible. Existen, no obstante, innumerables lugares del mundo donde hoy la mujer no ha ganado la posición humana que le pertenece; se ha convertido en una peculiaridad de nuestra época cuestionarlo y luchar por conseguirlo.
Es preciso entender en este sentido que las artistas, por medio del trabajo, abonan la voluntad de reivindicación, ahora tan indispensable en el pensamiento contemporáneo.
Miguel González